El domingo Laetare, un grupo de 129 peregrinos de las comunidades parroquiales de San Paio de Brexo y de Santa María de Cambre, salimos de nuestras tierras, de nuestros pueblos, y nos pusimos en camino hacia la Casa del Señor Santiago sabiendo que nos esperaba para celebrar la Fe en Cristo Resucitado que él mismo nos ha traído hasta estas tierras gallegas.

A mitad de camino hicimos parada para compartir fraternalmente la mesa.

Llegados a la plaza de la Quintana, foto de recuerdo en la escalinata y oración pública antes de atravesar la Puerta del Perdón. Nos sorprendió el silencio respetuoso y la atención de visitantes y peregrinos que por allí se encontraban.

“En esta plaza de la Quintana de los muertos, nos hacemos conscientes de que cuando pecamos nos alejamos de Dios, es como si estuviésemos muertos, no hay vida auténtica en nosotros. Pero hoy, el Padre Bueno te invita a nacer de nuevo.

Oremos.

Tengo delante la Puerta Santa en la que Tú, Padre mío, me has esperado cada día a que volviese a casa, como hacía el Padre Bueno del que nos habla tu Hijo hoy en la parábola.

Padre, te digo, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo. Y tú me respondes: “Levántate y hagamos fiesta, porque tú, hijo mío, estabas muerto y has vuelto a la vida, estabas perdido y te hemos encontrado”. Amén”.

Ya dispuestos en fila para entrar por la Puerta Santa oramos de nuevo:

Estamos a punto de atravesar la Puerta Santa de la Gran Perdonanza. Atravesar la Puerta es signo de una verdadera conversión de nuestro corazón. Al atravesarla, siéntete como el Hijo pródigo: abrazado y amado por el Padre. Las dos hojas de esta puerta serán como los dos brazos llenos de amor que, abiertos, te acogen, te perdonan y te invitan a pasar a la casa para hacer fiesta.

Oremos:

Oh, Dios Padre Nuestro, que en tu Hijo nos has reabierto la Puerta de la Salvación, infunde en nosotros la sabiduría del Espíritu, para que ante las insidias del mundo, sepamos reconocer la voz de Cristo, Buen Pastor, que nos da la abundancia de la vida. Amén.

La comunidad entró por la Puerta del Perdón, visitamos la cripta y celebramos la Eucaristía presidida por nuestro Arzobispo Don Julián y concelebrada por D. José, el Deán, y por Don Manuel, nuestro párroco.

Dos feligresas, una de cada parroquia, fueron las encargadas de hacer la Invocación. En ella se agradeció al Apóstol su valentía y testimonio de fe hasta dar la vida, y a tantos como, de generación en generación hasta nosotros, han ido pasando la antorcha de la fe: familias, catequistas, sacerdotes, obispos…

Bajo su patrocinio pusimos a nuestras comunidades, a los presentes, a los ausentes, a los que por motivos de falta de fe andan perdidos por el camino…

“Como Tú, señor Santiago, queremos ser amigos y testigos del Señor y predicar con nuestras palabras y nuestra vida la Buena Noticia del Amor de Dios (…) Sabemos que no vamos solos en la barca de la Iglesia. El Espíritu de Dios es quien la dirige.  ¿A qué temer? (…) Sabemos que nuestra peregrinación no tiene como meta tu sepulcro. La meta es Cristo Resucitado. Por ello, en este tercer Año Santo Compostelano del tercer milenio del cristianismo, año de gracia y perdonanza, oramos para que todos los presentes en esta Eucaristía, nuestra Iglesia Diocesana, la Iglesia Universal y toda la Humanidad, vivamos sin cansarnos nunca de hacer el bien a todos, y caminemos, siendo uno, de vuelta a la Casa del Padre, a nuestra Casa, siguiendo a Jesús, Camino, Verdad y Vida”.

La proclamación de las lecturas y la Oración de Fieles estuvo a cargo de diferentes personas que representaban nuestras realidades pastorales: catequistas, familias de la catequesis, niña de postcomunión y joven de confirmación, Cáritas, coro parroquial.

De ambas parroquias, después de varias semanas de ensayos, 30 feligreses sirvieron a la oración desde la música. Al finalizar, un profundo silencio y un clarinete orando a nuestra Madre con el Ave María de Bach Gounod que emocionó el alma de todos los presentes.

Un día que no olvidaremos. Un día que nos ha llenado de gracia para convertirnos al Evangelio cada día, para ser misericordiosos como el Padre Bueno. Un día que nos lleva a comprometernos para, entre todos, seguir construyendo un mundo más humanizado, lleno de paz y perdón, un mundo fraterno como Dios lo soñó.

Gracias a Susana y a María, de la Oficina del Peregrino, por su amabilidad y buena gestión ayudándonos a preparar la peregrinación. Muchas gracias a Don José Lago por su cariño y por facilitarnos y asesorarnos en la preparación de la celebración. Y muchas, muchísimas gracias a Don Julián por haber presidido la Eucaristía y celebrado con nosotros este día tan importante para estas sencillas comunidades parroquiales.

Recemos todos por todos para que las gracias jubilares se extiendan a la Diócesis y al mundo entero.

Susana Doval