Este sábado 21 de mayo fue el día elegido por la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol para peregrinar a Santiago y ganar el Jubileo. Los nuerosos peregrinos participaron en la Misa del Peregrino presidida por mons. Julián Barrio, en la que el obispo de Mondoñedo-Ferrol, mons. Fernando García Cadiñanos presentó la ofrenda al Apóstol.
Ofrenda al apóstol Santiago pronunciada por el obispo García Cadiñanos durante la peregrinación diocesana
Vimos nesta tarde peregrinando aos pés do apóstolo Santiago. Vimos como Igrexa que camiña nas terras de Mondoñedo-Ferrol. Sentímonos Igrexa que sae, que non se detén, que ten vontade de acompañar o camiñar de tantos irmáns e irmás, que ten en conta a meta e o horizonte que desexa acadar, que anda á procura dos vieiros que nos achegan a ese horizonte.
Junto a los peregrinos que nos hemos acercado en esta tarde viene también toda nuestra diócesis de Mondoñedo-Ferrol. Queremos traer con nosotros la vida, los sufrimientos y esperanzas de nuestras gentes. En nuestro corazón están grabados los rostros de nuestros muchos mayores, de nuestras familias, de los adultos, jóvenes y niños, de la vida consagrada, de las gentes del mar y del medio rural, de los emigrantes y trabajadores… Nuestra diócesis es muy diversa en sus zonas pero llena de vida, de historia, de riqueza natural y social. Especialmente en este proceso sinodal en el que nos encontramos, hemos querido escuchar y acoger las voces de nuestros hermanos para discernir los caminos por donde el Espíritu del Señor nos quiere llevar. Se trata de un proceso de discernimiento que se convierte en un estilo de vida y de comunidad, en definitiva, de Iglesia.
Es cierto que vivimos con preocupación el tiempo presente que nos ha tocado vivir. A nivel social nos encontramos en una encrucijada. Tras la experiencia de la pandemia que ha roto tantos vínculos y seguridades y que ha afectado profundamente a nuestras propias comunidades eclesiales, el escenario internacional tiene enormes consecuencias entre nosotros, volviendo a poner en evidencia que, en esta casa común que habitamos, “todo está conectado” (más de lo que somos conscientes y de lo que a simple vista se vislumbra). Las dificultades económicas se viven con preocupación en muchos de nuestros hogares; el futuro industrial de nuestras comarcas presagia un horizonte muy incierto para nuestros jóvenes; la cultura individualista que prevalece desvincula de todo lazo social y comunitario que contribuya a dar una serena esperanza…
También a nivel religioso descubrimos nuestra enorme debilidad. Nuestras comunidades son pequeñas y envejecidas; nuestros agentes de pastoral son pocos y viven el cansancio de la edad y de las dificultades; nos cuesta la transmisión de la fe y la presencia pública de la misma; y nos fatiga el descubrimiento de caminos nuevos para tiempos nuevos.
Pero, en medio de esta situación y de este desierto en el que vivimos la fe con una cierta intemperie, nos sentimos especialmente pueblo elegido, amado y enviado. Durante este proceso sinodal que estamos viviendo sentimos también la primavera de la Pascua que todo lo renueva y llena de color. Nuestra esperanza se asienta en la cercanía de Dios que nos protege y guarda. También nosotros volvemos hoy a escuchar la llamada que escuchó el apóstol en el lago de Tiberíades: “Ven y sígueme, yo te haré pescador de hombres”. En efecto, nuestro peregrinar hoy hasta este lugar tan significativo para nuestra historia comunitaria y personal como pueblo y como comunidad cristiana es un deseo de volver a hacer memoria de lo que nos sostiene y que custodiamos en vasijas de barro.
El Señor nos ha llamado a participar en su misma misión, quiere contar con nosotros para hacer presente la Buena Noticia que hoy debe seguir resonando con gozo en medio de nuestro mundo. El Señor nos vuelve a amar personalmente con una mirada de misericordia que nos restaura y fortalece. Jesús nos vuelve a convocar en su escuela de fraternidad, donde poder contemplar nuestra vida y la de nuestro mundo a la luz de la Palabra que todo lo penetra y colma de sentido. Cobijados en este amor, y arropados por la comunidad de la que formamos parte, salimos animosos como misioneros al encuentro de nuestro pueblo al que amamos, para llevarle la luz y la esperanza que necesita.
Apóstolo Santiago, amigo do Señor: Ti que en tantas ocasións tiveches que alentar e transmitir a experiencia de amizade aos teus contemporáneos, axúdanos a continuar esta historia de amor, de esperanza e de fe. Axúdanos a saber recoñecer ao Resucitado, para dicir, unha vez máis: “É o Señor”; e no seu nome e con el, botar as nosas redes no medio destas terras do norte de Galicia.