- El arzobispo reflexionó sobre el significado del Año Santo Compostelano, “tiempo de gracia, de sanación y de encuentro”
- Pidió por las personas que murieron en el accidente ferroviario y por las víctimas de la pandemia, por los peregrinos, y por “todos os nosos gobernantes para que teñan fortaleza, xenerosidade e constancia na busca da renovación ética e moral da nosa sociedade”
El arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, presidió hoy, solemnidad del Apóstol Santiago, la Santa Misa en honor del Patrono de España, una ceremonia en la que el Rey Felipe VI presentó la Ofrenda Nacional en este Año Santo Compostelano. En su homilía, monseñor Barrio agradeció la presencia de Sus Majestades, de la Princesa de Asturias, doña Leonor, y de la Infanta Sofía, y aseguró que con “el Apóstol Santiago hacemos memoria de la necesidad de identificarnos con la historia y persona de Cristo, en la búsqueda paciente de la verdad para promover la cultura del cuidado común que nos posibilita comprender la unidad y la historia de los pueblos de España, vertebrada con lo común de todos y lo específico de cada uno”. El arzobispo compostelano acogió la Ofrenda de Felipe VI “encomendando á intercesión do Apóstolo Santiago a todos os pobos de España, para que manteñamos unha convivencia fraterna non esquecendo as nosas raíces. Que Deus, co teu patrocinio, Santo Apóstolo, bendiga ás súas Maxestades e a toda a Familia Real, sempre sensibles a toda realidade que afecta ao noso pobo”.
“Santo Apóstol Santiago, haz que desde aquí resuene la esperanza”. Así comenzó hoy su homilía el arzobispo de Compostela, en la que reflexionó sobre el significado del Año Santo Compostelano, “tiempo de gracia, de sanación y de encuentro en el que se nos convoca a cultivar la memoria penitencial para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones”, y en la que invitó a acoger la “novedad liberadora” del cristianismo “para dar respuestas creíbles a nuestras preguntas, reconociendo que no podemos sustituir la realidad por la ideología en el intento de liberar los asuntos humanos de la propia vulnerabilidad tan palpable en el pórtico de la Gloria de nuestra Catedral”.
Monseñor Barrio aseguró que “el sentimiento de lo desconocido está generando incertidumbre ante el futuro y afectando a certezas que parecían consolidadas”, animando a todos a “volver a las raíces”. En este sentido, añadió que “en una civilización occidental con el alma mermada, ya surgen no pocas voces de pensadores fuera del cristianismo, que afirman que necesitamos a Cristo. Ciertamente sólo Él da la esperanza para que la vida no se vea condenada a la insignificancia”.
Esta dimensión esperanzadora del cristianismo, explicó el prelado “es inseparable del amor solidario”, ya que ejercer la caridad es la manera de hacer creíble “el amor de Dios que no abandona a nadie”. “Nuestro mañana reflejará la esperanza del hoy”, precisó el arzobispo compostelano.
Condiciones para una justa convivencia
También comentó monseñor Barrio que “en el contexto de una cultura neopagana el hombre sigue buscando el signo de una esperanza alegre y generosa, como norma inspiradora de todo auténtico progreso que forja una convivencia de todos en justicia y caridad”. Sólo “con Cristo podemos afrontar los desafíos antropológicos, sociales y espirituales, animando una profunda renovación cultural cristiana a través de la fraternidad, del esfuerzo, de la austeridad y de la solidaridad”.
Ser testigos de Cristo, como lo fue el Apóstol Santiago, “nos libera del miedo” e “interpela a los desencantados que han perdido el sentido de la trascendencia, niegan a Dios, y no perciben la diferencia entre el bien y el mal”, afirmó. “Es necesario amar lo que hemos de hacer. El individualismo y el egoísmo inspiran actitudes insolidarias y escépticas”, subrayó el arzobispo.
Citando a Chesterton, quien había dicho que “el cristianismo ha muerto muchas veces y ha resucitado porque tenía un Dios que conocía el camino para salir de la tumba”, monseñor Barrio apuntó que “la incomprensión será la reacción normal en el mundo contra el que da testimonio de la resurrección de Cristo” y comentó que “el dinamismo de la aversión gratuita al cristianismo es signo de la presencia operante del misterio de Cristo en sus discípulos llamados a centrar su persona y su vida en Él”.
Una oración por todas las necesidades
“A Igrexa ten como misión levar aos homes a Deus, ao seu destino eterno. Pero non se desentende das tarefas humanas; pola súa mesma misión espiritual, move aos seus fillos e os homes de boa vontade a que tomen conciencia da raíz de onde proveñen os males, e urxe a que poñan remedio ás inxustizas e ás deplorables condicións en que viven moitas persoas”, afirmó monseñor Barrio, antes de indicar que rezaba “polas persoas que morreron no accidente ferroviario e por as falecidas pola pandemia, pedindo que canto antes nos vexamos liberados dela e agradecendo a dedicación e entrega do persoal sanitario, e por quenes perderon a vida por causa da violencia sempre irracional”.
Monseñor Barrio finalizó su homilía pidiendo “pola Igrexa en España, polos peregrinos que chegan a venerar a túa tumba neste Ano Santo, e por todos os nosos gobernantes para que teñan fortaleza, xenerosidade e constancia na busca da renovación ética e moral da nosa sociedade”. Al dirigirse a Felipe VI indicó que “acollo a vosa ofrenda, Maxestade, encomendando á intercesión do Apóstolo Santiago a todos os pobos de España, para que manteñamos unha convivencia fraterna non esquecendo as nosas raíces. Que Deus, co teu patrocinio, Santo Apóstolo, bendiga ás súas Maxestades e a toda a Familia Real, sempre sensibles a toda realidade que afecta ao noso pobo”.
Concelebraron con monseñor Barrio, el cardenal emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela; monseñor José Rodríguez Carballo, secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica; el arzobispo emérito de Tánger, Santiago Agrelo Martínez; monseñor Luis Quinteiro Fiuza, obispo de Tui-Vigo; el obispo de Lugo, monseñor Alfonso Carrasco; el titular de la Diócesis de Ourense, monseñor José Leonardo Lemos Montanet; así como monseñor Jesús Fernández González, actual obispo de Astorga, y el auxiliar de Santiago, monseñor Francisco José Prieto, además del administrador diocesano de Mondoñedo-Ferrol, Antonio José Valín Valdés.